Si te das cuenta te vas de vacío. No te llevas nada, pasas de este mundo a lo que venga después sin nada de lo que has acumulado. Puede ser que ni siquiera tus experiencias pensamientos o sentimientos. Pero mientras tanto nos empeñamos en acumular, en llenar nuestra vida de experiencias, en llenar nuestra vida de cosas, en llenar nuestra vida de pensamientos, que conforman una ideología, con la cual nos identificamos y pensamos que somos, precisamente, lo que hacemos, lo que decimos y lo que tenemos. Sin embargo la vida nos demuestra que en el tránsito hacia el otro lugar donde pasemos a morar una vez fallecidos, uno no se lleva nada. Ya lo dijo el Maestro de Nazaret.
Pero da igual, generación tras generación, seguimos acumulando, sobre todo ideología, y empleando esta para enfrentarnos y empleando esta para juzgarnos y empleando la ideología para generar cordones sanitarios, fronteras y territorios, en los cuales se pone el cartel de reservado el derecho de admisión y así pasa la vida la de muchos, la de todos, enfrentados, separados, segregados.
Hoy en día está el enfrentamiento la crispación y la división que si quieres mantener una conversación por sus justos cauces de serenidad y paz, tienes que obviar la ideología dejarla en tu casa y manifestarte ante los demás de manera plana.
Este es el fruto de lo que muchos llaman la libertad, que consiste, para ellos, en considerar que su ideología es la correcta y que solo aquéllos que se apuntan a la misma tienen derecho a la vida... Entiendanme el derecho a la vida como expresión de que si no comulgas con ellos lo vas a pasar mal.
En este mundo vivimos y lo dejaremos de hacer pronto. Por mi parte renuncié a todo lo que era ideología para abrir los brazos y acoger a cualquiera que quiera vivir en paz.
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