Oveja sin pastor.
Siempre ha sido el anhelo de la oveja poder vivir sin pastor, poder disfrutar de su libertad, de la que ella denomina su libertad, y moverse a su antojo por el campo, sin preocupación alguna, si acaso, esconderse de lobo cuando este aparezca en el horizonte.
La vida, la naturaleza, enseña a la oveja pronto que ese no es su camino.
Por un lado está, como decimos, el peligro del lobo. Sin un buen perro a su lado, un buen mastín a su lado, va a tener difícil defenderse.
Por otro lado está su lana, sí, su lana, que crece, pero como no hay nadie para esquilarla, pesa, y le impide el movimiento y llegará a sus ojos para impedirle ver el camino
Así le ocurre también al ser humano, nacido como una oveja para vivir en un rebaño, en una comunidad de la que forma parte, con confianza en el resto de la naturaleza que le ha sido dada para su defensa y supervivencia.
Abandonar toda asistencia, abandonar todo sentido de comunidad, abandonar a su Creador, abandonarlo todo por la libertad es el dogma y signo de estos tiempos. Lo llaman vivir. ¡Ay que vivir! gritan.
Y una vez más el exceso de lana, la ceguera que le provoca, su lentitud en la marcha y el mismo lobo, acabarán con el cuento de la oveja sin pastor.
Asi los seres humanos. Como ovejas, como ovejas...eso dicen qué cada vez somos más ovejas sin pastor.