Considerar que todo es igual y que nada cambia es una enfermiza obsesión de la mente y una trampa en la que cae mucha gente.
La ley de la Impermanencia por el contrario nos enseña que todo fluye como un rio y que nunca nos bañamos en la misma agua.
Cuando volvemos de vacaciones pensamos que todo sigue igual que es más de lo mismo y nos rendimos ante esta creencia socialmente extendida.
Más nada es igual. Todo ha cambiado pese a que las apariencias nos muestren un mundo idéntico. Pues aunque el entorno y las circunstancias sigan siendo las mismas nosotros no somos los mismos. Hemos cambiado.
En nuestra vida el lecho y las riberas del río vendrían representadas por nuestro entorno y las circunstancias, mientras que el agua somos nosotros.
Fluir, dicen, hay que aprender a fluir. Así es, somos agua, concretamente somos en un setenta por ciento agua.
El ordenador más perfecto sobre la tierra que es nuestro organismo debe ser reiniciado como cualquier computadora doméstica.
En estos primeros días del curso dedícate un tiempo y espacio a reiniciar todos tus sistemas y verificar que ha cambiado y que permanece.
Y recuerda que el río va siempre adelante.
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